Me alegra mucho estar entre vosotros aquí en Monumenta, para entregar las insignias de Comendador de Artes y Letras a Emilia e Ilya Kabakov. Doy las gracias al presidente Jean-Paul Cluzel por acogernos en este hermoso lugar para vuestra ciudad. También quiero saludar a Jean-Hubert Martin y Olga Sviblova, los dos comisarios de la exposición, así como a Mikhail Shvydkoy, el enviado especial del gobierno ruso, Léonid Mikhelson, el mecenas de esta exposición, y Thaddaeus Ropac.
Queridos Emilia e Ilya Kabakov:
Su obra, entre sueño y realidad, dice el fracaso de la utopía y el impulso que le sobrevive, la pérdida de las ilusiones y la irrefrenable tentación de inventarlas de nuevo, como para ilustrar mejor la constatación de Victor Hugo: «la utopía, la verdad del mañana, toma su proceder de la mentira de ayer». Sus instalaciones en las que lo imaginario se enfrenta a la realidad son metáforas con múltiples lecturas que dejan al espectador la libertad de interpretarlas y apropiarse de ellas.
Está en el corazón de una utopía detenido en pleno vuelo, de un régimen en el que usted ha conocido la propaganda, eludido y desviado la censura, que ambos persiguieron su pasión, fieles a sus más altas convicciones artísticas.
Después de estudiar música y literatura, usted continúa, querida Emilia, su carrera de pianista en Siberia antes de dedicarse al arte contemporáneo como galerista y comisario de exposiciones. En cuanto a usted, querido Ilya, paralelamente a su carrera oficial de ilustrador de obras infantiles, desarrolla un estilo narrativo y poético inspirado por la literatura rusa. Figura principal de la vanguardia moscovita, usted es el precursor y el gran teórico de la instalación.
En el corazón de los dispositivos oficiales de creación soviéticos, emergen estructuras informales portadoras de una cultura viva y de la que sois uno de los ilustres representantes. El artista es el espejo de su época, un espejo que refleja imágenes en las que el discurso ideológico se funde y desaparece en su propia burla. Para luchar contra el conformismo y la opresión de la cultura soviética, le presenta - como Teseo a la Gorgona - un espejo, deconstruyendo los mitos oficiales con su propio lenguaje.
La realidad que vosotros describís, este diario confinado a la gravedad terrible, es la del «hombrecito»; como Dostoievski podríais decir «todos hemos salido del Manto de Gogol». Sus personajes, como su modesto copista, se esfuerzan por superar la banalidad de su existencia. Estas vidas de libro abierto, como la del Hombre que nunca se separaba de nada, donde se acumulan los objetos, los textos, reflejo de la carga simbólica y poética del residuo, alimentarán vuestros proyectos futuros. A menudo, sus instalaciones encajan como matrioskas.
En la encrucijada de todas las formas artísticas, se crean ficciones, edificios imaginarios, donde se sumerge al espectador que es a la vez actor voluntario y víctima manipulada. Con Emilia multiplicáis estos proyectos que interpelan al espectador para que participe en la construcción del sentido. Proyecciones mentales que debe recorrer como una escena de teatro donde el espectador entraría durante el entreacto.
Usted cuestiona el espacio mismo del museo como espacio de circulación y de confrontación de valores, como lugar que compromete al espectador, lo interpela, lo choca. En L'Etrange Cité que nos desvela hoy, no dude en crear un museo sin cuadros donde solo la música que sustituye a los lienzos favorece el regreso a sí mismo y la reflexión.
Usted describe, no sin ironía, los deseos de evasión: en El hombre que voló en el espacio, un agujero abierto en el techo sugiere la fuga de un hombre del que solo subsisten los zapatos y El más feliz de los Hombres presentado en el Juego de Palma, nos introduce en la vida cotidiana de un hombre cuya realidad se ha convertido en ficción y que incluso salido de su casa está siempre en el cine.
Los visitantes del museo de los mataderos en Toulouse, también pudieron interrogarse con ¿Dónde estamos? sobre la existencia simultánea de realidades que se ignoran, sobre el diálogo entre los artistas de ayer y los de hoy, mientras deambulan entre visitantes gigantes del siglo XIX visibles hasta la cintura y cuya alta silueta se prolonga más allá de los techos del museo.
La Etrange cité que habéis erigido en la nave del Gran Palacio marca una etapa decisiva en vuestra carrera: nunca habéis creado obra tan imponente. Es la suma monumental de sus ideas. Pero es también para el numeroso público del Gran Palacio, y para nuestro país, un gran orgullo y la ocasión de un encuentro privilegiado con su imaginario.
Con la ayuda de Jean-Hubert Martin, su amigo y comisario de esta exposición, ha sabido captar toda la singularidad del lugar: ha creado en el corazón de París un maravilloso laberinto donde el público está invitado a perderse para dejarse sorprender. Una ciudad en la ciudad dedicada a la contemplación, una ciudad utópica que se inscribe en la línea de los más grandes filósofos, incita a la introspección y a la reflexión, sobre la vida en su realidad cotidiana o soñada, sobre el pasado, el presente y el futuro del mundo, sobre la política, porque empieza por la ciudad.
Toda esta ciudad blanca rodeada de altos muros está dedicada a crear las condiciones para el encuentro con el arte, del que estáis convencidos que «puede cambiar la forma en que pensamos, soñamos, actuamos, reflexionamos. »
«Amar la belleza es querer la luz», dijo Victor Hugo. Fomentar y alimentar la poesía y la imaginación de cada uno es «dar al género humano el jefe del ideal».
Queridas Emilia e Ilya, ustedes encarnan el arte en toda su fuerza subversiva, que nos impulsa a interrogarnos, a confrontarnos con nuestras contradicciones y a realizar nuestras aspiraciones. Mantenéis y contribuís a desarrollar su presencia saludable y necesaria en la vida y en el corazón de cada uno. Ustedes ilustran su influencia en la manera en que representamos, pensamos y construimos el mundo: el arte, recuérdennos con cada una de sus instalaciones, puede cambiar nuestras vidas.
En nombre de esta íntima convicción que sella vuestra complicidad tan preciosa y singular en el paisaje artístico contemporáneo que la República de las Artes y las Letras os distingue hoy.
Querida Emilia Kabakov, en nombre de la República Francesa, le entregamos las insignias de Comendador de la Orden de las Artes y las Letras.
Estimado Ilya Kabakov, en nombre de la República Francesa, le entregamos las insignias de Comendador de la Orden de las Artes y las Letras.